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La ciudad de la imaginación

>> 13 de febrero de 2011

Publicado en Magacín
“Si busca usted lo suficiente, encontrará la Ciudad de la Imaginación”.
La señora suelta esta frase al bajar del autobús que desde Guatemala llega a la ciudad de Quetzaltenango, en la región occidental del país, a eso de las once de la mañana. En la mirada tiene cierto desdén, y en los labios, el sarcasmo. Luego de cuatro horas de viaje, le he confesado que soy periodista, y ella, por cuenta propia, desde su fuero interno, sabe que ha hablado de más durante todo el recorrido. En efecto, nunca guardó silencio y ahora conozco, por ejemplo, que ella es –como ha dicho–, madre de “un poeta maldito, desconocido, oriundo de Quetzaltenango”. De su ciudad dice tener un orgullo grande; “allí suceden muchas cosas culturales”, comenta. “Cada año las calles de la ciudad son tomadas por poetas, artistas, dramaturgos, cineastas... hay muchos festivales”, agrega. Aun con ello, las nuevas formas de arte (contemporáneo) son extrañas para la señora y se le antojan a “tontería”. “No las entiendo”, recalca. Y si lee un libro, quiere que tenga un final feliz: “Que no hable de drogadictos, por favor”.
Ella, que no dice ni dirá nunca su nombre, nació hace poco más de 50 años en Xelajú (nombre maya de Quetzaltenango): “la cuna de la cultura”, indica, “la segunda ciudad más importante de Guatemala”, “El Sexto Estado de los Altos”, entre otras cosas de ese tipo. Tal parece que siempre habrá otro nombre para referirse a Quetzaltenango.
“¿Cómo puedo llegar a la Ciudad de la Imaginación?”, pregunto a la señora al entrar en la estación de autobuses.
“No diré nada más”, responde, toma su maleta y, sonrojada, se aleja en una de las calles aledañas de la terminal.
Hoy hace frío en esta ciudad ubicada a 2360 metros sobre el nivel del mar. Algunos de los recién llegados sacan sus abrigos. La gente en la estación de autobuses charla sobre la escarcha que apareció esta madrugada en los vidrios de los automóviles. En medio de la cháchara del clima, pregunto a un guardia de seguridad si en su vida ha escuchado sobre algo llamado “la Ciudad de la Imaginación”. La respuesta del guardia es negativa.
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Dicen que la Ciudad de la Imaginación tiene una de sus embajadas ubicada en Quetzaltenango. Para encontrarla, la gente que sabe, indica que hay que partir desde el Parque Central, de nombre Centroamérica, curiosamente ubicado sobre una pendiente; adentrarse luego por una de las calles cercanas (la 3a.) hasta llegar a una casa antigua que fue transportada en barco desde Europa hace más de 80 años. Unos metros más adelante (en la 15 avenida) de modo casi surreal, la sede de la embajada de la Ciudad de la Imaginación es anunciada en un cartel desde la fachada de una casa que funciona como centro cultural, café y base de comercio comunitario autosostenible (R.E.D./Desgua).
Al principio, no hay nada de extraordinario al entrar en la embajada. La residencia es conocida como La Botica Cultural, funciona desde hace un año, y su interior sirve como cuartel central para 5 de los más notables festivales culturales de Quetzaltenango: El Festival Internacional de Poesía, El Gran Teatrito, Cinespacio, La Llorona S.A. y el festival del Abzurdo.
Respectivamente, cinco son los colectivos encargados de llevar a cabo estos eventos; cada uno, aun congregado en esta dependencia, mantiene su autonomía.
“La Ciudad de la Imaginación fue creada para deliberar cómo pensamos y soñamos Quetzaltenango”, dice Branly López, uno de los gestores culturales responsables de la existencia de este “colectivo de colectivos”.
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Metáfora es uno de los grupos que lleva el festival anual internacional más antiguo que existe en Quetzaltenango. En el año 2002, el poeta salvadoreño Otoniel Guevara visitó Xelajú en busca de escritores contemporáneos. Llegaba a la ciudad con sus greñas largas, su porte amplio y un puñado de versos en el que la poesía se desarrollaba como un acto de protesta. Lo que encontró a primera vista fue una ciudad con una escena cultural conservadora, con poetas tradicionales que consuetudinariamente participaban (aún hoy lo hacen) en un concurso local de literatura. Diferente, la propuesta de Guevara fue atendida por varios jóvenes de Xelajú. La poesía debía cambiar, atreverse un poco más, tener más conciencia de contexto, menos tapujos morales. “Así se creó el primer colectivo de poesía bajo el nombre de Grupo Ritual”, dice Marvin García, director del actual Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango: “Antes de que todo el boom de colectivos surgiera en Xela, antes de todo, la poesía estaba abriendo una brecha importante desde visiones más contemporáneas”.
García mira bajo los reflejos de sus lentes de marco grueso color negro, se inclina un poco y comenta el modo en que Metáfora apoya la visibilidad de la poesía.
Sucedió un día de 2003, en el interior del Teatro Municipal de Quetzaltenango. Las luces enfocaron por al menos dos horas el escenario donde varias voces, por primera vez, leían poesía. “Si eres capaz de construir una atención utilizando únicamente la palabra poética, has creado algo importante”, dice Marvin. Esa noche se había creado uno de los festivales más grandes de poesía en la región de Centroamérica.
Hace 7 años de ese acontecimiento. El festival ha crecido, ha sido testigo de cómo se han integrado nuevos movimientos culturales a la ciudad.
Año con año, en el frontispicio del Teatro Municipal, se coloca un sofá, los micrófonos, las bocinas y la poesía se instala en la calle, a oídos de todos. “Lo atractivo del festival radica en tener varias voces (de todo el mundo) participando; el público se identifica con ciertas voces específicas y busca una temática, un poeta, una forma de lectura. Nuestra política es el cambio de pensamiento y generar criterio en las personas. La toma de conciencia histórica, de contexto, puede ser transmitida a través de la poesía y el arte”, indica Marvin.
Hoy Metáfora también es un habitante más en la Ciudad de la Imaginación. Pensando en una ciudad diferente, han dedicado el evento a poetas de impacto, como el caso de Otto René Castillo, Francisco Morales Santos, Luis Alfredo Arango o Isabel de los Ángeles Ruano. “Este año, guardamos silencio”, indican. Un festival “sin nombre” servirá de homenaje al desparecido escritor y poeta Luis de Lión.
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Establecido el más grande festival de poesía y único internacional de Guatemala, otros grupos y asociaciones también fueron emergiendo. Colectivos interesados en promover responsablemente actividades culturales han aparecido a lo largo y ancho de la ciudad de Xelajú desde hace 10 años. Teatro, performance, cine y política alternativa son parte de los ejes que sostienen y han confluido a través de los años en la Ciudad de la Imaginación.
No obstante, el punto de partida para que suceda todo en esta modalidad de festivales anuales se ubica remontando la historia hasta hace 3 años.
Ubicados allí, aparece el nombre Casa No’j, un proyecto cultural que partió de “entender el pensamiento del quetzalteco, entender la realidad del municipio por medio de la mística, la filosofía, la historia y la política, y así poder establecer un centro de análisis desde la cultura”, menciona Branly López.
Casa No’j hoy no es lo mismo. Fue absorbido por autoridades municipales, se disminuyó su poder ciudadano, y dejó de tener propuestas de arte con enfoque contemporáneo. Los colectivos se reunían allí, pero luego de los trámites institucionales debieron migrar de Xelajú a otra ciudad: a la Ciudad de la Imaginación.
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A eso de las cinco de la tarde del día de llegada, Quetzaltenango está soleado. El clima ha mejorado de modo considerable. A esa hora, Pablo Ramírez, encargado del festival Abzurdo establece el lugar de entrevista en un café cercano al Parque Central.
“Nuestra propuesta se enfoca en crear una agenda cultural como camino a la anormalidad. Este festival es un evento de arte y pensamiento político, en el cual se utilizan las artes visuales y el arte urbano como herramientas para buscar esa transición a la anormalidad”. Ramírez defiende así la particular forma de crear política alternativa, “una que es capaz de crear vida, de comunicar transformación”.
Del año recién pasado se tienen registros de la segunda edición del Abzurdo que giraba en torno a las sexualidades diversas. Performances, instalaciones y talleres reflexionaban sobre el tema. Miss Gay Nacional Guatemala 2010 pronunció un emotivo discurso durante la clausura celebrada en el Parque Central, frente a una multitud convocada desde los barrios. “Xela es conservadora en ese sentido, pero caló algo extraño en los espectadores. Preguntaban, querían informarse más sobre el tema”, recuerda Ramírez. “De eso se trata, de proponer algo distinto y luego ver lo que sucede. Somos responsables de la construcción de un mensaje”, agrega.
El primer festival Abzurdo se celebró en 2009 bajo el lema de “ciudadanía”. Su próxima edición, a realizarse en julio de 2011, orbitará sobre “el ejercicio del espacio público y la relación del ciudadano dentro de lo Abzurdo, capaz de crear lógica e intencionalidad”.
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“Imaginar a todos los colectivos unidos no es una idea nueva”. De regreso a la embajada de la Ciudad de la Imaginación, en el interior de la Botica Cultural, platico con Ernesto Pacheco, director del festival La Llorona S.A. “Desde hace 10 años se tuvo la primera intención de juntarlos a todos y trabajar una red de colectivos en una asociación llamada El Hormiguero”, dice.
La Llorona S.A. nació así hace una década, al menos como idea. Se concretó y llevó a cabo finalmente 2 años atrás. Pacheco dice que en principio se trataba de un festival de performance latinoamericano. “El único requisito era abordar una leyenda latinoamericana y presentarla como una acción”. Lo cierto es que sin mayor base teórica, durante el primer evento, las presentaciones (en base a las leyendas) transitaron más a la noción y dinámicas del teatro.
“Era una cuestión de aprendizaje, de ver cómo funcionaba la propuesta. Desde el año pasado, los conceptos de performance están mejor aterrizados”.
Pacheco es el más inquieto de los gestores culturales. “Explorar lo que pueda surgir de una propuesta es más significativo para mí”, dice. Este pragmatismo lo trae desde cuando fundó, junto a Pablo Ramírez y Andrés Rodríguez, el movimiento Emergente 16-4, un semillero para los actuales protagonistas de los distintos festivales.
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El miércoles 14 de octubre de 2009, durante la noche, en el Parque Central de Totonicapán apareció una manta blanca gigantesca. Se trataba de una proyección cinematográfica. Un acontecimiento que pocas veces sucede en un pueblo como éste.
La película presentada aquella noche tenía por título Juanjpu y Luna, la estrenaba el director Alejo Crisóstomo como parte de uno de los festivales que se realizan en Quetzaltenango desde hace 4 años bajo el nombre de Cinespacio. El largometraje hablaba subrepticiamente de los derechos del niño, de ir a la escuela y de la explotación infantil. Entre el público, niños-lustradores, niños-vendedores, niños-trabajadores prestaban atención a los mensajes y comentaban entre ellos su particular situación y sus derechos como niños.
“El Cinespacio inició para acercar el cine a la gente, proponerles una comunicación distinta en su entorno. Lo más importante del evento no es la muestra en sí, sino los talleres y conversatorios que logran motivar a nuevos realizadores con el simple hecho de discutir y plantear ideas”, explica el productor, gestor y cineasta Andrés Rodríguez. Entre las producciones que presenta –más de 30 anuales– se puede categorizar la ficción, el cine experimental, los documentales, el reportaje, la animación y spots culturales.
Cinespacio fue creado en 2007, en Quetzaltenango. A partir de entonces ha tenido un importante crecimiento y, al igual que los otros festivales existentes dentro de la Ciudad de la Imaginación, apuesta por su descentralización, llegar a más lugares de la región occidental de Guatemala.
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En Xelajú existe un barrio donde siete casas y siete calles se unen en un pequeño espacio a manera de plaza, para formar siete esquinas. El lugar, como cuentan los quetzaltecos, no sin antes advertir que no te asomes por ahí, es famoso por la inseguridad y su mística antigüedad (“acá espanta La Llorona”). En esta misma zona, Armadillo Teatro Títeres montó un escenario a inicios de diciembre pasado. Dos obras se presentaron, allí, en la calle, como parte de la agenda del Festival Gran Teatrito. “Cualquier espacio se puede convertir en un escenario”; es la tesis de este festival dirigido por Guillermo Santillana.
“Al crear estos escenarios, la interactividad con el público que se crea desde el teatro de forma espontánea es uno de los objetivos centrales. Si la gente no va al teatro, el teatro irá a buscar a la gente”, dice Sergio Marroquín, uno de los organizadores de este evento que, usando todas las disciplinas escénicas, se celebra a inicios de cada diciembre desde hace 4 años.
Sergio recuerda el día que llevaron el Gran Teatrito fuera de la ciudad de Quetzaltenango, en Totonicapán: “Ocultos tras el teatrino, no ves al público, apuestas todo por la obra, por tu voz, por los títeres. En cuanto terminamos y nos asomamos fuera de la cortina –Sergio quiebra la voz al decirlo–, no podíamos creer la cantidad de gente que había”. “Estimulábamos la imaginación de tanta gente, de tantos niños. El arte es el camino de la imaginación”, agrega.
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A un año de haber institucionalizado la Ciudad de la Imaginación, los colectivos aún se replantean y se reinventan a partir de sus propuestas iniciales. Días antes de mi llegada a Quetzaltenango, los directores de cada festival –Marvin García, Ernesto Pacheco, Guillermo Santillana, Pablo Ramírez y Andrés Rodríguez– se reunieron en la embajada de la Ciudad de la Imaginación; su charla abarcó delicados aspectos, desde entenderse dentro de su contexto como replantearse los propósitos de su actividad.
“Estamos olvidando el sentido fundamental de la cultura y del quehacer cultural: cultura como encuentro, como convivencia”, reflexionaban en aquella oportunidad.
Su apuesta desde entonces se ha volcado a la convocatoria de los ciudadanos, de los barrios y habitantes de la región occidental de Guatemala. La cultura la definen como “El acto de entender e intervenir modos de vida diferenciales y transitorios en constante relación para generar posibilidades sociales, económicas, ambientales, místicas y políticas”. Piensan así, otro tipo de realidad mientras se dedican a “encantar conciencias”, “crear una plataforma para el desarrollo cultural”, y “plantear la participación ciudadana”. Suponen así esta ciudad, donde el frío, las arquitecturas coloniales y alguna que otra brecha generacional, epatan existencias y contextos. Donde el “plan”, “en busca de imaginación”, está por cobrar mayor notoriedad.

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