.


Insistir el momento imaginado

>> 9 de marzo de 2011


Entrevista a Luis González Palma
Por Owaldo J. Hernández
Publicado en Siglo.21.com.gt

---
Encontrar un registro sobre los primeros años de vida del fotógrafo Luis González Palma no es un asunto tan sencillo. Siendo un referente a nivel internacional de la plástica actual de Guatemala, uno se pregunta si hubo algo que modificó profundamente su percepción de la realidad a una temprana edad. Se sabe, eso sí, que nació en 1957, que vino al mundo en la ciudad de Guatemala, y que allí estudió arquitectura en algún momento de la adolescencia... Luego se abre una grieta que se traga un lapso de tiempo hasta que encontramos a González Palma iniciando la toma de fotografías con poco más de 20 años de existencia. Antes de ello, todo parece guardar misterio y –como sucede con sus imágenes– se produce una inevitable sensación de nostalgia.

Evoquemos los 60. La infancia. Qué decir de los primeros años, ¿dónde y cómo creció Luis González Palma? ¿Cómo describir (contexto, familia) a la Guatemala de aquellos primeros “ejercicios nidades”?

Es curioso pero por alguna razón uno usualmente recuerda su casa de infancia, su habitación o la disposición de los muebles en el hogar. Vivíamos en una casa típica de la colonia Utatlán I, que fue una de las primeras colonias para clase media construidas en la ciudad, gran parte de mi infancia la pasé jugando en la casa de mi tía: grande y con mucho jardín. Estudié hasta 4º grado en el Colegio Americano que quedaba realmente lejos de casa. De las cosas que extrañamente se han quedado grabadas en mi memoria, recuerdo a mi abuela leyendo “El Mártir del Gólgota” a la luz de una vela, un perro muerto atropellado en la Calzada Roosevelt que en esa época era de dos vías, aviones de guerra volando en el cielo, el incendio de un edificio que quedaba en la sexta avenida y cuyo humo negro era visible desde la ventana de nuestra sala, mis plegarias con un rosario cuando viajábamos en auto a La Antigua en una carretera sinuosa y de tierra. El anuncio en la radio del asesinato del presidente Kennedy, las erupciones del volcán de fuego…

De la adolescencia, ¿se puede descubrir algo de Luis González Palma, esos años 70 en Guatemala: la profesión de arquitecto?

De los años 70 rescato la experiencia de haber formado parte de un conjunto de música con compañeros del colegio, una experiencia maravillosa y creativa, algo que sirvió de contrapeso hacia una educación marista y cerrada. De esa época, y tratando de sintetizar al máximo lo que me ha quedado grabado, es el inicio de mis estudios en Arquitectura en la USAC, el estallido de coches bomba, golpes de estado, el ejército ocupando las calles, la muerte violenta de personas cercanas, el caminar sin sentir el piso, el miedo, el dolor por el amor no correspondido.

En una entrevista recalcó: “Busco a través de mis imágenes algo que en realidad nunca tuve”. Es contundente el exquisito guiño al oxímoron. ¿Qué sí ha tenido Luis González Palma, tanto para que en realidad esté así de excluido en sus imágenes?

Pienso que yo sí estoy totalmente incluido en mis imágenes, intento siempre reflejar una visión muy personal del mundo, de la vida. A lo que me refiero con esa frase es que lo que uno busca en la experiencia creativa es un encuentro ideal, y por lo tanto imposible. Se busca algo que jamás se tendrá. Sin embargo, el desaliento que esto provoca, esa insistencia de reconstruir un momento imaginado, me da sentido, me organiza, y me ayuda a construir mi mundo interno.

Creo detectar una seducción de correspondencia entre lo religioso y la educación en el tránsito de los 60 a los 70. Imaginemos a lo mejor lo inevitable del barroco en la percepción, quizá lo manierista (y aun con ello, estar al tanto de lo que acontecía en el país). ¿Estar allí, el pequeño y luego el adolescente Luis, frente a tanta imagen religiosa, tuvo trascendencia en su forma de ver la realidad?

Total. Las primeras imágenes que nos acompañan cumplen un papel fundamental en nuestra vida. No puedo definir porque, pero siempre tuve una especie de pasión hacia la contemplación de imágenes; durante mi infancia y adolescencia “mis museos” fueron las iglesias, ahí encontraba algo que resonaba en mi mundo interno. Esa experiencia de contemplar imágenes cargadas de dolor/placer mirando al vacío, me fascinaban y horrorizaban, sentía igual que me invitaban, a partir de su propia mirada, a un gozo inexplicable, sin duda todo ese mundo misterioso y por lo tanto lleno de belleza, ha sido una fuente de la que sigo nutriéndome.

¿Qué hubo antes de tomar la cámara? Está el antecedente de la fotografía en el ballet, de su primera esposa balletista. Pero pregunto: ¿Hubo pintura, arquitectura? Qué me comenta de este trabajo (si existió), pues para las nuevas generaciones nos resulta por todos los flancos algo inédito?

Hubo mucha música escuchada a oscuras, muchos amaneceres que esperaba para ver sus colores, mucho caminar solo tratando de encontrar algún sentido a todo lo que vivía. El encuentro con la Arquitectura para descubrir el mundo del espacio y las ideas. La danza y su maravillosa relación con el cuerpo y el tiempo. La pintura, algo que hice por mucho tiempo y que, aparte de la calidad de la misma, me acompañó y calmó.

Cuando uno pregunta a los “amigos” por Luis González Palma, digamos, en una exposición, todos, ¡todos! convergen en una cosa: “Yo le dije a Luis que tomara fotos”. Uno no se la cree, mejor preguntarlo a la primera fuente. ¿La cámara, las fotos, por qué?

No lo sé… al final es como en el amor, uno no decide de quién enamorarse, pasa… simplemente sucede. Es sin duda mucho más complejo ya que no hay decisiones ingenuas, todo tiene una causa profunda, generalmente desconocida, en mi caso pudo haber sido, y esto lo pienso ahora, el deseo de crear una especie de eco, resonancias visuales para no estar solo.

Haciendo memoria, con lo azaroso de toparse con la perdida, la nostalgia, lo doloroso, la neurosis... ¿Hubo algún punto epifánico (en su vida) ante lo estético que puede crearse a partir de un recuerdo?

La mirada invisible de la imagen de una virgen.

“La mirada invisible de la imagen de una virgen”, se puede ampliar sobre esta “virgen”. Acaso se corresponde a aquel “gesto simbólico” de los pre-rafaelistas, digamos, a Ford Madox Brown. ¿Nos interesa mucho que nos narre así esta aventura de inflexión?

Pienso que mis historias personales con esta “virgen” son fuertes recuerdos para mí y anécdotas sin mucho interés para el otro. Lo importante es el hecho. La necesidad de ser visto por un ser divino y que ese ser divino haya sido una mujer. La búsqueda y el profundo deseo de establecer una relación íntima con una mujer idealizada evidencia un gran vacío y un enorme sentimiento de soledad. Hay en ese hecho una necesidad de ser construido a nivel simbólico, la sensación de que yo le daba a su imagen todo un poder que me salvaba de la caída al abismo. Pienso que en gran parte, dedicándome al arte, lo que he hecho es reconstruir una y otra vez esta experiencia. Poder posar la mirada en algo que me permita sostenerme.

Lleguemos a la época de sus primeras incursiones en el circuito del arte... ¿Le suena Imaginaria? ¿Es cierto que cuando fueron a pedir una exposición en colectivo, Luis González Palma, gracias a su propuesta, tuvo una sala solito para exponer.

Imaginaria es uno de los momentos capitales en mi vida, fue el espacio necesario para crecer y para creer que uno podía salir adelante dentro de un mundo del arte muy limitado en Guatemala en ese momento. No sería quien soy sin haber tenido este encuentro con Moisés (Barrios), Rosina (Cazali), Isabel (Ruiz), Pablo (Swezey)… el resultado de mi obra fue fruto de nuestras conversaciones, de nuestros sueños, de nuestras colaboraciones. De Imaginaria surgió la idea de salir, ese acto, que ahora parecería algo absurdo, fue lo que me ayudó para empezar a exponer fuera del país. De Imaginaria surgió también el contacto con personas que han sido cruciales en mi vida, Francisco Nájera, Flor Garduño…

Qué pasa si regresamos a la compañía de Daniel Hernández Salazar y Mario Madriz; a la primera exposición de Luis González Palma. ¿Sentimiento alguno, qué había en las imágenes de aquel momento?

No era Mario Madríz, era Mario Rivera –si mal no recuerdo– el otro fotógrafo. Me recuerdo de la pasión con la que planificamos la muestra. Las imágenes que mostré fueron mis primeros intentos de reinterpretar la realidad, todas fueron puestas en escena que surgieron de mi cercanía con la teatralidad de la danza. Había algo de ensoñación en ellas y un deseo de registrar cierta fugacidad del momento.

Cuéntenos, cómo fue el proceso de “La Lotería”. También del origen del color sepia.

“La Lotería” fue un deseo de interpretar el juego popular luego de haber leído sobre su origen.
Recuerdo haber leído que era un juego didáctico para enseñar a leer y escribir el castellano al indígena. La elección de las imágenes fue un proceso más complicado pero que en parte nació de nuestras charlas dentro de Imaginaria. El color sepia tiene otra historia, el encuentro, a través de Imaginaria, con el pintor mexicano Mario Torres Peña, de quien no sé nada desde hace muchos años. El uso del betún en su pintura, el uso que también Moisés le daba al grabado, el deseo de experimentar con algo que le diera a la imagen lo que yo sentía que le faltaba fueron lo que me llevaron a darle ese color a la imagen. Simbólicamente le añade un tiempo, un gesto, un uso. El uso del betún hace parecer a las imágenes antiguas y por lo tanto paradójicas y seductoras, hay una distancia temporal que nos separa y nos acerca.

Qué acontecería dentro de su fuero interno si comentamos ver en sus primeros trabajos a un Witkin delicioso (antes de bizarro), pero que no deja de ser visceral, justo unos segundos previos de lo textualmente poético que encontramos en sus composiciones…

Witkin fue mi primera revelación en cuando al uso de la imagen fotográfica. Recuerdo bien el haber encontrado (en una de las pocas revistas que se encontraban en Guatemala en esa época) un portafolio con su trabajo. Fue deslumbrante y fue un detonante hacia la búsqueda de una mirada personal. Posteriormente fue necesario un ejercicio interno para poder apartarme o separarme de la huella que había dejado en mi mirada. Pero no solo Witkin me afectó de esa forma. Como mencioné antes las imágenes sagradas católicas y sincréticas en Guatemala fueron capitales, y posteriormente lo fue el trabajo de Doug y Mike Starn, ellos fueron en su momento, artistas que modificaron mi relación con el arte y con mis intenciones como fotógrafo.

Si llegamos a la Argentina... ¿Cómo llega Luis González Palma a la Argentina (o un poco antes de eso)? La pregunta es necesarísima, pues parece que es aquí, en este lapso de tiempo, quizá en parte a la buena influencia de Graciela De Oliveira, encontramos tantísimo valor poético acompañando cada imagen. ¿Qué hay de esos años?

Llego a la Argentina por amor. Así puedo resumir todo lo vivido en estos años. Un cambio radical en mi vida y en la forma de verla y de comprenderla. Hubo varias coincidencias: el cambio de país, el inicio de una relación amorosa, la muerte de mi padre y, principalmente, el inicio de mi paternidad. Sebastián, mi hijo, nació en el año 2000; y mi hija, Alitzeel Anahí, en el 2003. Ser padre es la experiencia que más me ha cambiado en mi vida, y por lo tanto ha modificado todo, absolutamente todo lo que me rodea, incluyendo mi trabajo y lo que intento hacer de él y con él. Estos años han dado pie a obras en colaboración con Graciela, con su poesía y sensibilidad, también han generado nuevas búsquedas en relación a mi trabajo creativo. Por otro lado, en los últimos años he colaborado con el proyecto “Demolición/Construcción” que es un proyecto artístico/conceptual de Graciela y que considero extraordinario. En fin, años muy intensos creativa y emocionalmente.

Mantenerse en la distancia y convertirse en un referente de la plástica contemporánea de Guatemala es una cosa ¿acaso difícil, sana, adrede, necesaria?

No me corresponde a mi decir si soy una referencia en la plástica actual guatemalteca, si así fuera, es algo que se me escapa. Yo hago mi trabajo, lo que siento que debo hacer, si el mismo da pie para ser cuestionado, valorado, discutido por los creadores actuales, si propone o genera algo que ayude o impulse otros gestos creativos, pues fantástico, me alegra, pero no lo hago con la intención de ser un referente en ningún sentido.

¿Luego de la posmodernidad (si nos atrevemos así a matarla, junto a su hermano del ático: el conceptualismo), tal parece que –y aquí la pregunta, si sistematizamos la historia– todavía queda exploración “al sentido” a través de los lenguajes visuales?

Pienso que sí. Lo digo porque el arte posibilita experiencias que solo ahí podemos encontrarlas. La búsqueda de sentido es una de ellas, una forma de lidiar con nuestro desconcierto interior. El trabajo creativo es, entre varias cosas, un trabajo de duelo, y en él nuestra obra nos crea también, hay una simetría que poco a poco nos modifica y que nos permite vivir el exilio y la pérdida.

Del sepia al color, pero nunca lejos de la composición, o la seducción de alterar una realidad, o el análisis de un sentimiento y experiencias... ¿La imagen, para Luis González Palma, con toda su factura de registro, viene siendo... en sus palabras maestro?

Pessoa decía que “cuando vemos una imagen no vemos lo que vemos, vemos lo que somos”. Cada imagen es lo que es y algo más, siempre oculta algo, en ella se concentra un potencial poder que nosotros activamos. ¿Qué es una imagen? No lo sé muy bien, posiblemente pueda resumirlo diciendo que es un sustituto que vemos y nos ve.

Read more...

  © Blogger template Webnolia by Ourblogtemplates.com 2009

Back to TOP