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Las lindas personas

>> 19 de agosto de 2010

Las lindas personas son tan lindas por antípodas. Tienen lo suyo de precisa incompatibilidad. Aprendí ya, por pura sugestión, a especular sobre su existencia. Se definen más que todo por sus gustos, que son los más horribles. Pero puesto que la gente es más allá fuera de sus filias u onanismos más obscenos, como dicen, y son precisamente hermosas, se les perdona su exhibición horrenda de sus cosillas siempre por una cuestión de la genética un poco más perfecta, que es lo que únicamente pueden sacar al sol de sus personalidades, vamos. Uno se siente al menos reivindicado en la trinchera de la contra con tan sólo cartografiar a las lindas personas, tan humildes y tan llenas de banalidad en todo el goce de su publicación cotidiana.
Siendo ingenuos, hay que dar por ignoradas las cuestiones más básicas de la razón y hablar entrando con el comentario sobre lo lindas que son (o pueden ser) las lindas personas. Eso siendo estúpidos y crédulos puesto que nadie en realidad, ni desde la seriedad del asesino serial, ni desde el pobre argumento del niño virgen de la cuadra, se puede neuronalizar la imprudencia de cosas sobre la lindura a priori, esa belleza del alma un tanto radicalizada y que por supuesto tiende a sonar incómodo. Si no nos equivocamos bien, lo que queremos decir en vez de lindas, más que cualquier otra cosa, es asquerosamente simples, planas, defectuosamente atrofiadas de la sensatez crítica; ni hablar de la acidez o el sarcasmo, tan faltantes en la etiqueta esa de las lindas personas.
Yo desconfío de las llamadas lindas personas, pero más de aquellas que creen en la existencia de algo tan lindo como las lindas personas. Eso es insustancialidad pura, concreta y estimulante. Sobre todo porque creer en algo tan embustero como esos términos ideales te hace quedar mal, un inocente tirando a lumpen en medio de la república de los ciudadanos con dos malditos dedos de frente. De las lindas personas especulo su existencia como ya dije.
No vaya a pasar la misma suerte de aquella vez en que me dijeron: “Eres una linda persona”. Lo decía una pequeña niña burgués, por la sencilla razón de no eyacularle en la cara y sí en mi camiseta. “Eres una linda persona”, dijo. Vaya jodida cosa, vaya felación de la ingenuidad.
Tristemente he sido una “linda persona”. En ese plan que dicen sin lograr todavía digerir el efecto. Uno sólo puede quedar inútil allí, sintiéndose una “linda persona”, el inepto corolario de un orgasmo. Dudando sobre todo de la propia existencia. Como queriendo molerte a palos, tratando de sacudir las nociones y las esencias de las lindas personas, las que sí existen en este maldito mundo como yo, pero que van de incompatibles como amalgamas que duraran a los sumo una nada. Hay que engañarse lo suficiente, un infidente de sí mismo, para convivir un poquito con ellas. Es lo que se dice estoicamente y bruto. Lindo.
Imagen: Mujer Árbol (Erick Menchú)

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