4 F b
>> 13 de noviembre de 2010
About the things that I forgot to do
And all the times I had the chance to.
Uno que ya se ha dado por suicidado 4 veces alternativamente en las grandes sociedades del facebook, puede dar la opinión de no haber quedado para nada bien de la cabeza. Uno queda allí como cuestionando las posibilidades que van, como ristra de horas por 24, en cualquier lugar del pequeño y asqueroso mundo a la hora de ver cómo jodidos matarse. Algo como le sucedía al pobre del trivializado Cioran cuando regurgitaba en buen rumano/francés que “es la existencia del suicidio la que hace la vida posible”. Cosa que en el facebook medianamente funciona. Y en esas te quedas restaurando, cada vez que revives, todas las fotitas situacionales y los vínculos amistosos de esa buena gente idiota que al igual que tu –el primer idiota de los universos–, ha creado su existencia de mera alteridad y desde luego parodias y migajas de la plural interacción. Cuando te suicidas en facebook, las cosas lamentablemente no cambian demasiado. Y hasta allí –yo que lo he hecho 4 veces– uno descubre cierta moralidad barata sobre las maneras saludables de mandar al diablo una de tantas estorbosas existencias dentro de un sistema, digamos, controlado (como ser un número de cuenta bancario, a lo mejor una cédula o un pasaporte visado). Entonces la cosa esa en la pantalla te pregunta si en verdad quieres matarte. Y si respondes con los asuntos de simular la presión de los botones que “sí”, la cosa esa en la pantalla te da a entender lo embarazoso de la situación; te amenaza: “Tu amigo Serapio te va extrañar”. Y también sugiere: “puede que alguien te eché de menos”. O ya de plano te acusa: “¿Está completamente seguro?”
Como consecuencia, uno, ya un poco triste, está allí matándose. Y cuando uno se suicida así de triste, lo más triste es ver cómo nada ha ido cambiando. Puesto que a esta instancia, nadie te extraña ni de tristeza.
Cosa buena que se agradece al devolverle a todas esas banquetas la potencia de servir si abres bien los dientes sobre las aristas y te pegas un buen martillazo en lo posteroinferior de los huesos occipitales. Las alturas de los edificios vuelven a tener más sentido vistos desde, ya digo, 9.8 metros sobre el segundo al cuadrado desde las sucias fachadas. En ese plan, si se entiende…
La cosa es irse matando poco a poco con la realidad. Ya que lo otro, de plano que no funciona. Por mucha ficción la que se pretenda, la pretensión sólo es un altercado triste, tristísimo, que al menos uno, cómo no puede ir de otra manera, lo seguirá intentando siempre.
No hay nada como el olor de los 40 bezodiazepinas entre el contenido de la leche, los corn flakes y unas bananas en lo que sucede la resurrección de tus interactividades luego de irte suicidando al menos 4 veces en esa cosa que titila desde las pantallas.
imagen: Gary Hume
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