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Campana Abaj': El marcador del tiempo

>> 26 de marzo de 2011



Publicado en Magacín
Por Oswaldo J. Hernández


A la mitad de una montaña varias decenas de linternas parecen luciérnagas revoloteando en la oscuridad helada de las 3:30 de la mañana. Son casi 50 las personas que avanzan/escalan entre la penumbra, el lodo, el frío y la lluvia tratando de demarcar un sendero en línea recta hacia la cima de Campana Abaj’, una de las montañas más altas de Totonicapán, cuya cumbre se ubica a casi 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar.

Los caminantes saben que a esa hora de la madrugada el reloj ya ha movido las agujas y con ello se ha dado por iniciado el primer día de la primavera. Hoy es lunes 21 de marzo, y faltan apenas unas cuantas horas para que al amanecer, cuando se produzca el equinoccio vernal, el Sol trace una línea recta con la luna, y ambos astros (uno exactamente en el este y otro exactamente en el oeste) sean visibles en el cielo, desde la cima de la montaña.

El Sol, según los pronósticos de las noticias, tiene anunciada su salida a las 6:09 de la mañana de este lunes. La misión de todos es llegar antes de que eso suceda. Por ello, lo único que importa de momento es la prisa, pasar los charcos sin reparar demasiado en el agua que entra en los zapatos, o el dolor de pisar las rocas filosas, o el miedo a resbalar en el lodazal.

–Allá arriba se igualará el día con la noche–. La situación la pone así de clara Carlos Escalante, uno de los Ajq’ijab’ (guías espirituales mayas) que, trazando una cuña luminosa con su linterna, camina con todo el grupo en medio de la oscuridad. Tras sus párpados apagados y sus arrugas que pueden conferirle el grado de “abuelo”, don Carlitos (como le llaman todos en el Altiplano) agrega también que no sólo ese dato es importante; hay algo extra en el lugar al cual se dirige la comitiva mientras dan un nuevo paso en busca de la cumbre, donde a lo mejor no está nublado, donde quizá rebasen las nubes y la lluvia finalmente deje de caer. Entonces él explica que “en lo más alto de Campana Abaj’ existe un marcador de tiempo que hasta hace poco no era conocido”.

Así, cada amanecer de los días 21 de marzo y 22 de septiembre (fechas del inicio de los equinoccios de primavera y otoño, respectivamente), como cuenta don Carlitos, se produce un fenómeno único:

–El Sol traza su recorrido a través de unas rocas y marca así el inicio de la siembra (en marzo) y el tiempo propicio para la cosecha (en septiembre). La montaña marca los 2 equinoccios que suceden cada año y hace evidente la relación que existe entre el ser humano, el tiempo y el espacio–.

Todo eso acontece cada año a 3 mil metros de altura, sobre las nubes, sobre el occidente de Guatemala...

***
La historia del marcador de tiempo en Campana Abaj’ “recomenzó” (entre comillas) en 2004. Para esa fecha, su secreto había sido guardado con recelo a lo largo de un siglo entero.

En medio de la caminata de lodo, piedras y lluvia, los abuelos de ahora te dicen que fueron los abuelos de antes quienes, tras los embates de la Reforma Liberal de 1871 y el sometimiento brutal al que fueron obligados los pueblos indígenas durante el régimen de Justo Rufino Barrios, empezaron a no decir una sola palabra acerca del lugar y decidieron mantener seguro el gran misterio que se ocultaba en la cima de la montaña.

Don Carlitos explica que salvo en la memoria de un puñado de Ajq’ijab’, algunos sacerdotes mayas y una docena de abuelos, el marcador del tiempo de Campana Abaj’ era algo desconocido.

–Tiempo después, los datos del marcador y su función astronómica se perdieron por completo durante los 36 años de Conflicto Armado Interno en Guatemala. Los abuelos querían protegerlo a toda costa y las generaciones emergentes dejaron de recibir la información–, explican unas voces agitadas detrás de las linternas.

Luego señalan que quizá el último de los tatas que tenía conocimiento sobre el marcador de equinoccios fue quien le contó esta historia a Jean Paul Métaillé. Métaillé era un francés cuarentón de quien se dice que era un tipo desgarbado, pelo ralo, ojos azules, que andaba perdido en Centroamérica a principios de 2004, muy interesado en investigar los sitios ceremoniales más relevantes de Guatemala.

–Tratamos de buscar a aquel abuelo que habló con Métaillé y que, como creemos, vivía en esta montaña. Pero luego de su magnífico relato sobre los equinoccios en la cumbre de la montaña, nadie, nadie supo ni ha podido dar con él–, dice el Ajq’ijab’, Juan Yax.

–A la fecha, se cree que quizás ese abuelo era el modo que usó uno de los espíritus de la montaña para presentarse–, comenta alguien en la oscuridad.

El 21 de marzo de 2005, no obstante, los Ixchiu, una de las familias más comprometidas con la región, involucrada en política, cultura, parte activa de la alcaldía indígena de los 48 cantones de Totonicapán, subió a Campana Abaj’ en compañía de Métaillé. Se trataba de la primera vez que se documentó el fenómeno astronómico de manera presencial en más de 50 años; además se registró con una cámara de video y algunas fotografías.

Ante esto, don Carlitos guarda silencio y frena la caminata de repente, los cristales de sus anteojos brillan en tanto alza la vista y mira hacia el cielo, donde a esta hora de la madrugada (3:55 A.M.) la Luna asoma en medio de un cielo despejado, entre las copas de los árboles. Luego, con un tono optimista dice que esos documentos (investigador francés, video y fotos) han sido los antecedentes más fieles para organizar La Comisión Menor del Tiempo y el Espacio.

Este comité se reúne en Quetzaltenango desde hace más de un año, y entre sus objetivos principales, “aupando” fuerzas con varios colectivos artísticos, algunos Ajq’ijab’ y otras personas interesadas en el tema, se encuentra el estudio de la relación del tiempo, el espacio y el ser humano desde la cosmovisión de la cultura indígena ancestral.

–Cada vez hay menos conciencia de nuestro mundo y la manera en que nosotros, los humanos, nos relacionamos con él–, dice don Carlitos y resalta que las puertas de la Comisión están siempre abiertas para todo el que desee fomentar la conciencia sobre el tiempo.

Agrega también que antes de que llegue el importante cambio del año 2012 (que según los Ajq’ijab’ se trata de “un período de cambios, donde se cierra un Katún –lapso de 52 años– y empieza otro conteo que nos corresponde asumir y construir”), la agenda de la comisión tiene contemplado un itinerario de visitas por diferentes altares y centros energéticos (también llamados portales) que existen a lo largo de Quetzaltenango y Totonicapán.

Subir a la montaña de Campana Abaj’ y presenciar el equinoccio de primavera es la primera de todas las actividades que darán la bienvenida a un nuevo Katún.

***
A las 5:30 de la mañana, el camino empieza a despejarse y poco a poco su inclinación de casi 45 grados que hasta el momento ha parecido algo eterno, se vuelve cada vez más horizontal. La lluvia ha cesado hace media hora y el frío, empero, traza una curva exponencial ascendente que se cuela por los huesos. Las narices de los caminantes tiemblan y gotean a una temperatura de menos 4 grados centígrados.

Es justo en ese momento en que, de repente, acabados todos los caminos se asoman 2 rocas gigantescas que apuntan hacia el cielo. En medio de ellas hay una piedra más pequeña, de casi 4 metros, que parece estar suspendida en el aire, atorada por la fuerza de las otras.

–Esa es Campana Abaj’. La Campana piedra”–, dice uno de los presentes tiritando de frío.

–Si le tiras una piedra se creará una resonancia–.

Y tras el lanzamiento de 3, 6, 9 piedras, la roca atascada empieza a emitir un sonido...

A esta hora, alrededor de la montaña, la luz opaca de la mañana apenas deja distinguir las nubes y los valles más abajo. Faltan ya 15 minutos para que, según los pronósticos, el Sol se asome y amanezca. Los Ajq’ijab hacen formar un círculo a todos los escaladores que han resistido llegar hasta la cima.

–El fenómeno está a punto de producirse–, anuncia don Carlitos y pide orden. Todos guardan silencio. El viento sopla y arremolina la hierba seca. Las cámaras se alistan, enfocan y son manipuladas por docenas de dedos entumecidos. Y entonces, a lo lejos, en el Este, el día despunta.

Primero es una luz tenue de color naranja en el horizonte. Son los primeros rayos de luz que amenazan con hacer aparecer el Sol definitivamente. El suspenso se incrementa y la atmósfera se carga de ansiedad y zozobra.

Segundos más tarde, un fuerte rayo de luz atraviesa un triángulo que se forma en la topología de las rocas gigantescas, poco a poco se eleva, se marca en el suelo seco, parece algo ígneo, como magma ardiente, que profundamente corta en 2 la superficie de la Tierra.

No han pasado ni 15 segundos del fenómeno cuando toda la cúpula celeste se nubla, las nubes emergen desde los valles flotando sobre el aire cálido de la mañana y el trazo solar incandescente, el marcador de la primavera, se desvanece ante los estupefactos rostros de los desvelados y las impertinentes luces de las cámaras...

Del otro lado, en el Oeste, la Luna todavía brilla con algo de fuerza sobre todas las cabezas. Mantiene una alineación directa con el Sol allá en lo alto. La primavera, el tiempo de la siembra, se da por iniciado en la cima de la montaña al ritmo del tum, el soplo de la chirimía y el recio y robusto sonido de las caracolas.

Los Ajq’ijab, entre tanto, organizan la ceremonia de bienvenida al nuevo tiempo y dibujan con azúcar de colores, incienso, pom y velas rojas, amarillas, azules y blancas el “Sello del Mundo” en un círculo sobre el suelo.

Agradecerán a los 4 puntos cardinales, a los 20 nahuales, así hasta que acabe la mañana de este día que dura exactamente lo mismo que la noche, encima del mundo, durante el equinoccio que marca la cima de Campana Abaj’.

4 comentarios:

Anónimo,  27 de marzo de 2011, 16:27  

La riqueza cultural de nuestro pueblo y lo maravilloso de su naturaleza es algo que debe llenarnos de orgullo.

Excelente relato.

soy Otoniel Mora 29 de diciembre de 2011, 10:21  

Sabiduría hay en los abuelos...

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