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Lo generacional

>> 27 de junio de 2010

Recycled generation
Like mad Gods from Below
Entre achaques y bastonazos, locura y senectud, un vecino me cuestiona lo generacional durante lo que puede durar el viaje de 5 pisos en el ascensor. Sabrá Dios de dónde Diablos le ha venido a éste vejete su reclamación. Se ubicó él, muy a lo suyo, entre los 50 y los 60. A mí me mandó irremediablemente a los 90.
Y es que decir “noventas”, en alguna medida (triste e indiferente), para mí, es ya alegar ancianidad. Uno se arruga con el sólo hecho de pensar “hace 20 años”, sí, de todo aquello tiempo atrás y ahora lo absoluto echado a perder. Pero al menos una alegría tonta, incluso léase felicidad, ante ocasión de haber nacido un poco antes y pasar digamos atento, infantil y pubescente, la década noventera, por desencantada, por post-post-moderna, por detectarse en ella la fecha probable de un inicio en el fin del mundo, o ya por idiota, vamos, que es lo mismo. El viejo buscaba confrontar o al menos entender.
Y allí estábamos, los dos en ese cubículo que pende nuestras existencias a un cable y nos eleva en el centro de los tontos edificios, tratándonos cada uno de “originales”, es decir, repitentes de los dogmas, aquel de refutar o de sentirse bien rebeldes por ejemplo. El viejo, una cosa contenta, vaya, lleno de anécdotas felices (1944-1957, Guatemala) y lleno además de boleros con aquella su carga superficial del amor. Yo, una mierda sin sonrisas, con la crónica de toda la humanidad que me contó la televisión y repitiéndome en la cabeza que Cobain había jurado no tener una pistola, y ya ven que lo que guardaba era una linda Remington M-11 con la que se volaba los sesos, exactamente, de un escopetazo.
Por esa cuenta en adelante van las cosas con este vecino siempre que nos damos de topes las existencias. A veces congeniamos, pero muy pocas veces.
Aquel día, al nomás salir del ascensor ya nos gritábamos: “Si el siglo XX resumió los ideales del siglo XIX en su mayoría, el XXI no tiene ni una idea clara”.
Y en medio de la primera década ésta, con desconfianza, buscamos, tras descender del ascensor, la analogía un tanto pretenciosa del Marineti en el inicio de este siglo, la bicicleta de los X-games para el nuevo Jarry, o a un Valenti acarreando algún cachivache de hologramas; el viejo sugiere inquirir en alguna inmediata idea del más desconocido Duchamp, o ya para más lugares comunes, la prosa libre de un Darío.
El lobby, por supuesto, de todos estos ascensores, se encuentra vacío. Y caemos de nuevo en el alegato generacional, que a mí, con alguna gracia, ya me estorba y me pone de mal humor.
Imagen: Dynamism (Luigi Russolo)

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